Más de una vez os he explicado que a mi casa no viene el Ratoncito Pérez. Los Reyes y Papá Noel sí, a nuestra manera, la de “lo hacemos, pero si nos preguntáis no os lo negaremos”. Una de las razones es la desilusión que me llevé cuando mis padres me dijeron la verdad, un enfado monumental por tantos años de engaño, y por sufrir situaciones como la de ese día, con mi diente.
Esa tarde en el colegio me di cuenta de que un diente se caía y lo atrapé antes de que cayera al suelo o me lo tragara sin querer, y ya a la hora de irme a casa me puse jugar con él. Subí la silla a la mesa, al revés, como hacíamos cada tarde, y me dediqué a pasar el diente por las patas metálicas de la silla con la mala suerte de que fue a caer, por un agujero, al interior de esos odiosos tubos huecos verdes que conformaban la estructura de la silla.
Quise recuperarlo, así que sacudí la silla, nervioso, intentando que pasara por el mismo agujero en el que tontamente lo había metido. Así hasta que la profesora me dijo que estuviera quieto de una vez, y que venga, que nos íbamos a casa. Y nos fuimos.
No le dije nada a la profesora porque sabía que no podría sacar el diente. No le dije nada a mis padres porque sabía que tampoco podrían recuperar el diente. Y esa noche nadie vino a casa a dejarme nada, porque yo no tenía diente. Mis padres no se dieron cuenta de que se me había caído, suficiente tenían con seis hijos, y confesar que esa noche debería haber venido el Ratón Pérez, pero que no vino por mi culpa, se me debió antojar como algo demasiado vergonzoso.
Por eso no puedo decir que guarde un buen recuerdo del Ratoncito Pérez y por eso he tenido siempre muchas reservas con esto. ¿Se les cae un diente? Pues tenemos nosotros un detalle. Así si un día lo pierden, que puede pasar, el detalle lo tendrán igualmente.
En cualquier caso, para aquellos niños que llegan a casa sin diente, la solución de la directora me parece perfecta. Quizás obviaría eso de que se porta bien y no dice mentiras, por aquello de evitar además el chantaje en ese sentido, pero eso no quita que la carta sea un gesto a valorar postivamente.